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COLEGIO SANTA TERESA DE JESÚS

UNA HISTORIA DE SERVICIO Y ABNEGACIÓN!

Fundar una casa en Bogotá era el anhelo de Superiores y Consejeras de la Congregación. A pesar de las dificultades que la empresa representaba, se materializó ese deseo en la decisión de enviar a un grupo de Hermanas acompañadas de la Madre Provincial y su Secretaria, a cumplir con tal misión.

Animadas del espíritu evangélico que comunicó Jesús a sus apóstoles partieron de Yarumal hacia Bogotá las pioneras de la Comunidad. Un modesto ajuar consistente sólo en ropa de cama y el indispensable vestuario de las hermanas fue dispuesto para el viaje.  Así, en 1934, mientras el fundador de las Hermanas Terciarias Capuchinas se iba a su encuentro final con Dios, llegaron a Fontibón las Hermanas Margarita de Jericó, María Rosa de Santo Domingo, Emilia de Urrao, Trinidad de Yarumal, lsabelina de Yarumal, Catalina Carmona I fundadora presente en las Bodas de Oral, la Madre Provincial Purificación de San Andrés y su Secretaria, Madre Imelda de Yarumal.

Llegaron después de un largo y duro viaje en barco y en tren. Las esperó una fría noche sabanera, bajo una lluvia torrencial, en un pueblo de calles convertidas en lodazal. A esa hora, nueve de la noche, se dirigieron primero a la casa cural a presentarse al párroco, según lo acostumbrado entre religiosas. Las recibió sin ceremonias: no eran invitadas, un interrogatorio acerca del lugar de procedencia, propósito de su llegada y quién las patrocinaba, las apena, pero tenían que responderlo, por disciplina.

Terminado éste un poco displicente, por caridad cristiana, ordenó servirles comida. ¡Cuánta hambre sentían!… Pensaban en los viajes de los Apóstoles los sufrimientos, desprecios y humillaciones soportadas por amor al Maestro y el deseo ferviente de llevar su mensaje a todos, como les había pedido. Dieron gracias a Dios y fueron a buscar la quinta arrendada, donde debían instalarse.

La hallaron al fin. Crujir su enmohecida puerta y se abrió un capítulo de privaciones y sacrificios capaces de poner a prueba su vocación. La casa era estrechar sólo había en ella abandono y carencia. Varias Hermanas tuvieron que dormir en el suelo, con un frío penetrante que no se podía remediar, una maleta con ropa de cama se había extraviado durante los trasbordos y sólo apareció un año más tarde. ¡Cuán útil habría sido esa noche.

Esa circunstancia de pobreza auténticamente franciscana en la cual tuvieron que comenzar enalteció los méritos y valor de las fundadoras. Venían equipadas con la fe en Díos; en sus equipajes no tenían riquezas. Debían comer por turnos: la loza y cubiertos donados por personas generosas eran insuficientes y las provisiones obsequiadas permitieron sobrevivir. ”Vimos Hermanas llorar de hambre y necesidades” –dice una cronista– Levantar una obra a partir de la nada: un reto que debían afrontar con entusiasmo.

Venían armadas de mística; no tenían recomendaciones políticas ni eclesiásticas. El saber que habían sido las elegidas para acometer tan zírdua empresa y que estaban obligadas con Dios y con la Congregación templaba su alma para la lucha en ese ambiente de humildad evangélica nació el Colegio Santa Teresa de Jesús.

Nuestro profundo reconocimiento de gratitud y admiración a sus fundadoras fallecidas y presentes. Fueron sus sacrificios el pilar firme para edificar una obra que hoy coronamos con el áureo brillo de sus cincuenta años. La generosidad de damas cristianas como Doña lsabel Magola de Ortega, Doña Cecilia de Barbosa, Doña Aminta de Carrasquilla, Doña Carmen de Solano, de sacerdotes como el Padre Pérez y el Padre Arturo Domínguez, Terciario Capuchinos, de los Hermanos de La Salle como el Hermano Estanislao León, del señor Nuncio Apostólico de Bogotá, permitió ir dotando la casa; doña Susana de Garzón y su esposo don Aparicio Garzón, quienes obsequiaban mercado y lo llevaban a la casa de las Hermanas ”sufrían con las Hermanas sin poder hacerlo todo”.

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